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Coco Rivas Salón


De repente Cinthia se arrancó describiéndonos la intrépida misión que improvisó aprovechando una oportunidad caída del cielo: Seguir al entonces novio de la Coco hasta algún clandestino lugar de encuentro con la intención y esperanza de confirmar sus sospechas de él como hombre infiel. Lo hizo sigilosamente, primero abordando una pesera, llevando a rastras a su pareja, un testigo renuente pero obediente y luego, parapetada entre arbustos como toda una profesional del espionaje, paciente y perseverante hasta que logró su cometido a cabalidad.


Mientras ella nos contaba todo esto yo me la imaginaba como en película de Hollywood, vestida con ropa de camuflaje y binoculares de alto poder, silenciando a su reacio secuaz cada vez que éste trataba de persuadirla de abortar la misión y brindarle al presunto traidor el beneficio de la duda.


Pero Cinthia iba aún mejor equipada que los de SWAT, con el amor de hermana, el honor familiar y la intuición femenina, todos arremolinados en un solo atrevimiento, certero, inquebrantable e infalible.


Después de acumular y clasificar la evidencia que ella buscaba, se fue envestida de la armadura que brinda la certeza, el valor que da el coraje, la fuerza que brinda la indignación y la elocuencia que le daría la práctica del discurso, a esperarlo en casa a que llegara con su falsa inocencia y cínica desfachatez a buscar a Coco. También, por si se ofrecía más tarde, despabiló al entusiasta jugador de beisbol que todos llevamos dentro.


No tengo el nombre del ahora exnovio, pero para efectos de este cuento lo llamaremos Perfi, quien llegó tan campante como siempre, sin saber que tenía una cita cruel con el destino, en vez de una romántica con Coco…


Cinthia lo recibió con pruebas irrefutables, le sirvió la correspondiente azotaina verbal, aderezada con una tupida escobiza y luego, de postre, lo convidó a desaparecer de sus vidas para siempre, con mus de suela y jarabe de improperios. Un inesperado manjar que él nunca olvidará…


Al escuchar el feliz final del relato, me daban ganas de aplaudir, así como con en el discurso de Shakira cuando recibió su premio de La Mujer del Año o, como ella misma lo bautizó: del Año de la Mujer…


Según narró Cinthia, Coco no supo nada de esto hasta que ella se lo platicó una vez concluida la interacción y finiquitado el asunto.


Me dio risa imaginar la conversación entre los conocidos del susodicho cuando lo vieron la próxima vez:


-Mira nomás al Perfi, ¿tú sabes que le pasó?

-Pues dice que se cayó.

-No pues sí, con semejante golpiza hasta yo me callo…


Todo comenzó porque mi esposa y yo les platicamos que ella y un cliente nuestro habían llegado a cenar al Sorstis poco antes de que yo los alcanzara y cómo una conocida nuestra, había ido hasta la mesa a confrontarla, enfrente del estupefacto cliente con unos enérgicos “Hola Ana, ¿qué estás haciendo aquí? y ¿dónde está tu marido?” acompañados de una mirada de esas que usan las mujeres entre sí cuando no hay cuchillos a la mano…


No pasó a mayores porque llegué a los pocos minutos y la amiga pudo comprobar que Ana le había contestado la verdad, sin embargo, dio dos vueltas más para cerciorarse de que todo estaba en orden...


Esta breve anécdota dio pie para que Coco dijera algo así como “ah, sí, pues yo también rajo, ¿eh?” y Cinthia nos dejara claro, con dicho relato, que ella también lo haría y, además, que nadie se mete con su familia…


El salón se había convertido en una divertida sala de espectáculos, algo así como un teatro combinado con un ameno taller de principios morales. La conversación llena de chispa y las risas resultantes de nosotros cuatro más una señora que estaba sentada con Cinthia, haciéndose las uñas.


Otra chica, una chef llamada Renata, sonreía discretamente, quizá aún tímida ante desconocidos, mientras esperaba con su casco de picos plateados a que los químicos completaran su tiempo para decolorar su cabello en rayos…


Luego Coco me pasó a la silla del placer. O sea, donde le lavan a uno el pelo…


Por unos instantes que parecieron una eternidad, las palabras, risas y carcajadas pasaron a ser música de fondo del trance de embriagante ensoñación producida por el exquisito masaje al cuero cabelludo que ella hace, complementado por las cosquillas que hace el agua tibia al pasar. Un éxtasis craneal que precede a las artísticas creaciones de Coco, nuestra hábil escultora de cabezas…


Recordé una publicación que decía, más o menos, que “Hay tres lugares mágicos donde el mundo deja de doler por un rato: la ducha, el sueño y el abrazo,” y creo que no hay mejor combinación de las tres, que dicho lavado de cabello, ya que sucede bajo una especie de ducha, el masaje para lavarlo es como un abrazo al cráneo y su conjunto nos lleva a un estado de ensoñación que incluye sueños de los que se tienen dormido y también de los que se tienen despierto…


No sólo es un privilegio y un triple placer, sino que para buena parte de la clientela, es el contacto más significativo que tendrán con otro ser humano en el mes, volviéndose muy esperado, aunque sea de manera subconsciente y se exprese como un “ya me urge ver a Coco” que luego el espejo del salón parece desmentir haciendo que aún luzca bien el cabello…


Coco Salón y Her Manitas Nail Art, el infalible dúo dinámico, es un auténtico “Salón de belleza,” porque tanto ella como su hermana Cinthia hacen del embellecimiento, un arte.


Hay tres tipos de belleza, La primera es la apariencia. Esta se puede manipular y nuestra cultura está obsesionada en ello, nos quieren meter en moldes a todos, con modas, películas, estereotipos, publicidad, etcétera. También es, manipulada o real, como una ola que te tumba, pero que no suele ser una invitación confiable para entrar al mar, si acaso lo es para sentarse a observar desde lejos…


Esta belleza es la que atrae a la clientela, ya que ambas hermanas son talentosas y sus obras de arte distinguen a sus clientes afuera, se venden solas y les procuran clientela nueva…


La segunda belleza tiene que ver con el estado de ánimo de la persona en cuestión, con exaltar la alegría, autoestima, el amor propio, etc. algo en lo que quienes nos rodean -o en este caso quienes nos ayudan enalteciendo la primera belleza, tienen mucho que ver:


“El más profundo acto de sanación es hablar, el más profundo acto de amor es escuchar,” de lo cual se hace mucho en el salón de las HerManitas…


Por ejemplo, nadie es tan hermoso como cuando está hablando con enjundia de algo que le apasiona; cantando su canción favorita con los mariachis o en el karaoke; quien está profundamente enamorado, reencontrándose con alguien muy querido después de años; recibiendo excelentes noticias, etcétera, que es precisamente lo que promueve el ambiente del Salón, que es cordial, respetuoso, inclusivo, entusiasta e hilarante a la vez, algo que invita a comentar, escuchar y conversar...


La segunda belleza se puede fingir por una corta temporada, pero cuando surge de la esencia, empatía, compasión, simpatía, generosidad, bondad y los principios de las personas, como es el caso, es tan avasalladora como un arroyo que crece y se lleva todo a su paso, una inundación por tsunami de la que es difícil escapar, sea como cliente, amigo, pariente, parroquiano, etc.


Al dúo dinámico también le toca lidiar con quienes, por cómo les fue en el día, llegan malhumorados, filosos, pesimistas, criticones, etc. Y con los que han desarrollado la capacidad de ser odiosos de manera más permanente…


La TV del salón, o más bien los programas que ahí se transmiten, a veces promueven la plática, dan pie a comentarios chistosos o tema para el mitote; otras veces amenizan con música o acompañan con nuevas ideas; otras veces inhiben la conversación, distraen o adormecen. Pero la TV es parte esencial del salón y también sirve para voltear a los clientes indeseables para que se distraigan con ella o para que los demás finjan estar picadísimos con el programa y les dé excusa para no hacerle caso a la persona enfadosa…


Pero hay una tercera belleza, quizá la más rotunda de todas, una en la que el objeto o persona ni siquiera tiene una opinión: Si yo veo, por ejemplo, un gran árbol, sabiendo que lo plantaron hace 80 años mis abuelos jóvenes y mi papá niño, veré ese árbol más bonito que a cualquier otro y que nadie más.


Si tengo un perro callejero, quizá otros lo verán feo, pero para mí será el más precioso, por cómo me mira cuando le hablo, gime cuando estoy triste, se recuesta a mis pies cuando leo, se entusiasma cuando llego, etc.


A los hijos nadie los verá tan hermosos como su mamá, ni los celará tanto como ella, por eso las nueras y los yernos la tienen tan difícil con la suegra…


Esta tercera belleza proviene de cómo otros nos perciben, se sienten con nuestra existencia, lo que evocamos, significamos o representamos para ellos, por lo que ellos son cuando están con nosotros...


De la misma manera, la belleza más contundente de las hermanas viene del aprecio, respeto, admiración y cariño que se ganan con su clientela; de la manera en que nos hacen sentir, como en familia, con sus palabras, consejos, anécdotas, presencia, chistes, atención, entusiasmo, compromiso y hasta con la ocasional gestión de personas indeseables…


Habló desde mi perspectiva, pero en plural, incluyendo a mi esposa y a los demás clientes, sin temor a equivocarme. Yo sólo tengo el valor y la disposición -o el descaro y la imprudencia, para decírselos en un escrito.


A veces me da la impresión de que ellas dos no tienen ni la menor idea de la increíble influencia que ejercen en otros, del ministerio que les fue dado por Dios para ser un manantial de esperanza y de ánimo para quienes las visitan en el salón, lo cual en sí es una cuarta belleza: la magia de la sencillez.


En palabras de James Baldwin, “Cuanto más vivo, más profundamente aprendo que el amor, ya sea que lo llamemos amistad, familia o romance, es el trabajo de reflejar y magnificar la luz del otro. Trabajo suave. Trabajo firme. Un trabajo que salva vidas en esos momentos en que la vida, la vergüenza y el dolor ocultan nuestra propia luz de nuestra vista, pero todavía hay una persona amorosa de ojos claros para devolverla. En nuestros mejores momentos, somos esa persona para otra.” Cinthia y Coco, de manera natural son esa persona para quienes acudimos a verlas.


Son la suma de las personas que ellas ayudan a brillar.


Fin


Pintura "Explosive Smile" de Daniel Perkowski



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